El cuarto álbum de Rex Orange County, A quién le importa, se desliza despreocupadamente en medio de la escena pop de 2022 como la vieja silla La-Z-Boy de Martin Crane en el elegante apartamento de Frasier. Es desafiante en sus comodidades blandas y caídas, con colores retro y desafiando a que te reclines en sus ranuras bajas.
Alex O’Connor, nacido en Surrey, estudió percusión en la BRIT School antes de autograbar su álbum de debut en 2016, bcos u will never b free, bajo su apodo de Rex Orange County. Sobre una mezcla de jazz, pop y hip hop, ofreció letras conversacionales sobre la duda, el amor obsesivo y la presión de los compañeros. Esto llamó la atención del rapero estadounidense Tyler, the Creator, que lo fichó para colaborar en su álbum de 2017, Flower Boy. Cada álbum sucesivo hizo que el esbozado barbudo O’Connor ganara más oyentes: “He tenido tanta suerte hasta ahora que es indignante”, cantó en el álbum de 2019 Pony, que llegó al nº 3 en Estados Unidos (nº 5 en el Reino Unido).
A quién le importa O’Connor, que ahora tiene 23 años, sigue adoptando ritmos más alegres al tiempo que reconoce su ambivalencia. “¿Y si no estoy hecho para esto? ¿Y sigo queriendo dejarlo?”, soliloquiza, asintiendo a las líneas de bajo setenteras de “7AM”. La percusión en vivo llega con un bolsillo profundo y traqueteante, mientras las sofisticadas cuerdas se desmayan a su alrededor. En la voz de cabeza de cama sobre el órgano agridulce y la caja de traqueteo de “Keep it Up”, admite el estrés y el letargo antes de darse a sí mismo una charla de ánimo en el estribillo: “Keep it up and go on/ You’re only holding out for what you want/ You no longer owe the strangers/ It’s enough, it’s enough”.
“Open a Window” introduce un bajo más bien squelchy, al estilo de Stevie Wonder, y un rap de su viejo amigo, Tyler. Las dudas se agolpan en “7AM”, respaldada por riffs de piano que recuerdan al ídolo de O’Connor, Billy Joel, mientras reflexiona: “Quiero ser independiente, ¿pero qué pasa si vuelvo a ser desesperado y dependiente?”. En “Amazing” y “One in a Million”, el músico se deshace en tópicos vertiginosamente románticos. Hay ingenio en la forma en que sirve estos sonidos de cafetería hipster, pero el pastiche juguetón puede parecer un poco sin rumbo. Su afable divagación es parte de su encanto… pero también su mayor defecto.
El tema “Shoot Me Down” es más contundente, y en él, un magnífico bucle de batería con un sonido profundo es el motor de una dramática súplica a su amante para que le dedique más tiempo. “No me pierdas ahora”, suplica, “me quedaré por aquí/ Lo haremos de alguna manera…”. El álbum termina con el rebote optimista de la canción que da título al disco. Lejos de la actitud de encogimiento de hombros que sugiere la frase, la canción ve a O’Connor encontrar un nuevo propósito ahora que sabe “a quién le importa”. Se le puede oír sonreír a través de su tarareo. Dulce y espumoso. Probablemente siga siendo una pequeña cafetería. Pero no Starbucks, más bien la banda sonora de tu cafetería local independiente y estrafalaria.
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