“Vais a recordar esto el resto de vuestras vidas”, promete Roger Daltrey, pero no necesariamente por las razones correctas. The Who, como explica el guitarrista Pete Townshend, que se encoge de hombros en un escenario que suele exigir la más rigurosa preparación, han ensayado su espectáculo acústico despojado para los espectáculos benéficos anuales de la Teenage Cancer Trust de Daltrey durante “unas dos horas”, con una banda “improvisada” de violinistas, squeezeboxers y trompetas. “Es absolutamente una mierda”, admite.
Tampoco bromea. Una primera imitación de la versión de country blues de Taj Mahal y Keb Mo de “Squeeze Box” se desmorona varias veces en medio de desacuerdos sobre la tonalidad que debe tener. El anunciado “nuevo final” de “Pinball Wizard” no se produce en absoluto y Daltrey queda fuera de juego musical por el mal funcionamiento de los monitores de oído en varias ocasiones, incluso insistiendo en tocar “Break the News” de 2019 dos veces para hacerlo bien.
Durante la primera media hora, el concierto funciona como un cuasi ensayo y un espectáculo de comedia, ya que Townshend hace bromas sobre actrices y obispos, se burla de Rod Stewart y bromea sobre cómo él y Daltrey ahora hacen música “a diferentes velocidades. Él se vuelve más rápido y yo más frío”. Durante uno de los muchos arranques falsos de la canción “The Kids Are Alright”, pide un título de caballero para Daltrey, criticado últimamente por su actitud de “estoy bien, Jack” ante los problemas de las giras de las nuevas bandas tras el Brexit, pero sin duda el héroe trabajador del TCT. “Si voy a ser algo prefiero ser un Earl”, responde Daltrey, “es más blues”.
En un principio, este tipo de comentarios proporciona la intimidad a la que los espectáculos acústicos suelen aspirar, ya que un golpe de corazón a través de “Substitute” sugiere que The Who no podría dejar de rockear aunque lo intentara. Al fin y al cabo, hay poca seriedad poética en frases como “the north side of my town facing east and the east was facing south”. Pero cuando “The Kids Are Alright” da paso a una melancólica coda autobiográfica, en la que Daltrey recuerda los primeros días de la banda como un juglar del lazo del micrófono, comienzan a exponer la emoción dentro de su música tanto como sus bases folk, skiffle, country y blues.
Su gran balada “Behind Blue Eyes” es un ajuste acústico obvio, transformado esta noche en un lamento de country de pantano, y “Tattoo” de 1967, una historia de rito de paso de los jóvenes hermanos que exploran la hombría a través del arte de la aguja, hace una transición fácil a un himno conmovedor. Más intrigantes son los elementos de dub, gospel y reggae que salen a relucir en “Eminence Front” y en “Real Good Looking Boy” de 2004, un tema que roba descaradamente de “Can’t Help Falling in Love” de Elvis Presley y más sutilmente de “No Woman, No Cry” de Bob Marley. Para el momento en que se permiten un punto de fluidez flamenca en “She Rocked My World” y convierten el debut en directo de “Beads on One String” en un conmovedor himno de unidad folclórica, con el escenario engalanado con banderas digitales ucranianas, han alcanzado el equilibrio adecuado de peso y contención. “Who Are You”, entregada como una fiesta en el porche del Mississippi, es exactamente para lo que el Albert Hall se apuntó.
Las verdaderas revelaciones se guardan para el final. La impresionante “Baba O’Reilly”, dirigida por el acordeón, gana en brillo sin perder nada de su fuerza para provocar escalofríos. Y cuando la banda abandona el escenario para que Daltrey y Townshend interpreten “Won’t Get Fooled Again” con una sola guitarra acústica entre ellos, los verdaderos Who de 2022, la pasión en el núcleo de su música se desnuda maravillosamente. Como dijo el hombre: inolvidable.
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