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Reseña de Winning Time: John C. Reilly dota al Dr. Buss de una energía positiva y maníaca y de un toque bohemio

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Entiendo la premisa básica del baloncesto -poner la gran pelota naranja en el aro correcto-, pero más allá de ese argumento, el juego es un misterio para mí. Está lleno de reglas complicadas y procedimientos arcanos, por no hablar de una historia cultural que florece en torno al juego real y que a veces lo sustituye. Pero incluso yo, que soy un tonto, conozco a los Lakers de Los Ángeles, a Magic Johnson y a Kareem Abdul-Jabbar, y ellos, que forman parte de lo que se conoce como la era del “Showtime” del baloncesto profesional, son los protagonistas de la nueva miniserie de Adam McKay, Winning Time: The Rise of the Lakers Dynasty (Sky Atlantic).

Winning Time se centra en dos hombres en el inicio de su andadura en el baloncesto. John C Reilly interpreta a Jerry Buss (Dr. Buss, como prefiere que le llamen), que adquiere la franquicia de los Lakers mediante un complejo acuerdo de dinero y bienes raíces, y hace que un jugador universitario de 19 años, Earvin “Magic” Johnson (Quincy Isaiah), sea su primer gran fichaje en 1979. Carismático, pragmático y muy afable, el Dr. Buss tiene la misión de salvar la NBA, y cree que su protegido de Michigan -que comparte gran parte de ese carisma, pragmatismo y afabilidad- es el hombre indicado para hacerlo. Es el Dr. Buss y Magic Johnson contra mundum, aunque si se conoce algo de la biografía de este último, se sabe dónde acabará esta historia.

El productor ejecutivo del programa, No mires hacia arriba Adam McKay, detalló recientemente en una entrevista cómo su decisión de elegir a Reilly para el papel de Buss, en lugar de su antiguo colaborador Will Ferrell, terminó con su amistad de décadas con su Anchorman protagonista. ¿Mereció la pena? Reilly imbuye a Buss de una energía positiva y maníaca (cuando un rival le pregunta si es un hombre feliz, responde: “Sólo se tienen tantos veranos, ¿verdad?”) y el toque bohemio que aportó a Boogie Nights. Por encima de todo, es un personaje muy agradable de ver, al igual que todo el espectáculo.

El conjunto de trucos utilizados por The Big Short en 2015 para hacer que la crisis de las hipotecas de alto riesgo sea aceptable para el público comercial. Todos los personajes principales rompen la cuarta pared, los nombres y títulos de los personajes aparecen en la pantalla (Donald Sterling es calificado como el “segundo peor Donald de los ochenta”), y abundan otros momentos de garbo visual: frecuentes montajes, fotografías que cobran vida en los periódicos, las palabras NEGRO y BLANCO escritas a máquina para hacer explícito el racismo de silbato de perro. También es posible leer Ganar tiempo como el primer postSucesión de televisión: no sólo en la partitura de Nicholas Britell y el uso de técnicas cinematográficas apropiadas para la época, sino en la calidad densa y negra de los diálogos. Que todo esto te resulte claustrofóbico dependerá de tu tolerancia a la dirección tramposa y autoconsciente.

El reparto también tiene un Sucesión-como el de Succession. El recién llegado Isaiah da en el clavo con la fanfarronería de un Magic Johnson de 19 años. “Te quiero”, le dice a su novia de la infancia, Cookie (Tamera Tomakili). “No tanto como tú te quieres, el resto de nosotros acaba de salir del banquillo”, responde ella. Jason Clarke, por su parte, interpreta al entrenador de los Lakers, Jerry West, con una ferocidad de ojos muertos (y se parece bastante a The Head de Art Attack en el proceso). Alrededor de ellos, Gaby Hoffmann, Hadley Robinson, Sally Field (es justo decir que las mujeres tienen menos protagonismo en el drama) y Solomon Hughes, Adrian Brody y Jason Segel giran como planetas en órbita.

Con todo su glamour superestelar y el exquisito diseño de producción setentero y ochentero muy à la mode (estoy pensando en The Deuce y Minx aquí, y el tratamiento del baloncesto en Winning Time es tan pornográfico como el tratamiento de, bueno, la pornografía, allí), Winning Time es simplemente un torbellino de energía benigna. Puede que no sepa distinguir un base de un escolta, un ala-pívot de un Power Ranger o un pívot de un central, pero el vibrante machismo de Hora de ganar logra trascender esa barrera idiomática.

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