La celebración de Frederick Ashton por parte del Royal Ballet es una delicia. Muestra diferentes facetas del coreógrafo fundador de la compañía, desde el chic de Scènes de ballet hasta el drama romántico de Un mes en el campo. Y los bailarines están a la altura de sus retos con deleite.
Creado en 1948, Scènes de ballet es una obra clásica con un toque de glamour New Look: el cuerpo de baile lleva gargantillas de perlas con sus tutús. Ashton, fascinado por la geometría, entrelaza a sus bailarines en patrones brillantes y afilados. Las cabezas asientan, los cuerpos se sumergen y el movimiento persigue a un grupo de bailarines en una onda ondulante. El papel de la bailarina tiene un toque de misterio, sus brazos flotan y se enroscan como humo perfumado. Sarah Lamb baila con una presencia brillante y una parte superior del cuerpo expansiva. Vadim Muntagirov es seguro y elegante como su pareja.
Un mes en el campode 1976, muestra el efecto explosivo de un apuesto tutor en un hogar ruso del siglo XIX. Marianela Nuñez interpreta con mucho cariño a Natalia Petrovna, una mujer casada y segura cuya vida da un vuelco a causa de la pasión. Bailando con el tutor de Matthew Ball, ella es todo pies agitados y brazos lujosos, flotando en el abandono mientras él la levanta. Ball está atento y espontáneo.
Todo el reparto está muy bien. En el papel de Vera, la pupila de Natalia, Anna Rose O’Sullivan desborda energía juvenil: está presente en su brillante juego de pies y en la matizada parte superior del cuerpo. Se vuelve hacia Ball como una flor que sigue al sol, antes de ponerse tensa por la rabia y los celos. La escena en la que Gary Avis, en el papel de un viejo amigo y admirador de Natalia, reconoce que ésta se ha enamorado de otra persona, tiene una gran calidez. El reparto de adultos como niños es complicado, pero Luca Acri hace que el niño Kolya sea animado sin ser cursi.
RapsodiaLa Rapsodia, creada para el cumpleaños de la Reina Madre en 1980, vuelve para el año del Jubileo. Marcelino Sambé, que debuta en el papel estelar, combina la fuerza audaz con los gestos ligeros. Se lanza a los saltos de caracol, dando vueltas sobre sí mismo en el aire y terminando con un encogimiento de hombros desechable. Francesca Hayward está radiante en el papel de bailarina, desde el transporte alerta de su cabeza hasta la punta de los dedos. Tiene una facilidad resplandeciente en los balanceos y giros, y una brillante sincronización musical.
Hay una atractiva facilidad en la actuación de la compañía a lo largo de este programa. Ashton ayudó a crear la identidad del Royal Ballet, pero a lo largo de los años no ha mantenido su legado de forma consistente. En esta ocasión, los bailarines parecen sentirse felices en casa, bailando con seguridad y orgullo.
Hasta el 2 de mayo. www.roh.org.uk
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