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Reseñas de álbumes: Sigrid – It Gets Dark, y Soft Cell – Happiness Not Included

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Sigrid – It Gets Dark

“Oscuro” no es una palabra que se asocie con Sigrid. La artista noruega estuvo a la vanguardia del boom del Scandipop de 2017, sus canciones son implacablemente enérgicas. Pero ahora los acordes del piano se han deslizado de mayor a menor. Las líneas de bajo se ciernen ominosas como nubes de tormenta. Y Sigrid muestra una faceta diferente de sí misma.

Es implacable en el single “Burning Bridges”, de origen ochentero, con una línea de sintetizador brillante: “Podría decirte la verdad, pero me llamarías mentiroso/ Intenté ondear una bandera blanca, pero le prendiste fuego”. En la sombría “Last to Know” canta en un falsete vulnerable, lamentando el daño que está a punto de causar a alguien. En “A Driver Saved My Life” hay un toque de Kylie disco, mientras que “Mistake Like You” aumenta las vibraciones de la balada pop llorona con un órgano Hammond y algunos toques de guitarra eléctrica deliciosamente cursis.

Otras canciones resultan demasiado familiares. Cuando interpola el Canon de Pachelbel para la introducción al piano y el riff de “Thank Me Later”, te preguntas si se está burlando de la naturaleza formulista del pop -como una de sus antiguas excepciones- o si se está inclinando hacia ella. La letra de “Bad Life”, en colaboración con Bring Me the Horizon, vuelve al estilo de su debut de 2019, Sucker Punch. Pero, en general, Sigrid consigue exactamente lo que se ha propuesto: añadir algo de garra a su pop previamente prístino.

Soft Cell – Happiness Not Included

“¿Adónde fueron a parar todas nuestras esperanzas?” Marc Almond se lamenta en la apertura del nuevo álbum de Soft Cell, Happiness Not Included. “Todos nuestros sueños ingenuos se van?/ ¿Eran sólo historias de ciencia-ficción?” El dúo de synth-pop no era nada optimista, pero esto es francamente miserable.

Sin embargo, tienen buenas razones para estarlo. Como señala Almond: lo que antes era un futuro brillante de un siglo XXI lleno de cohetes y coches voladores ha perdido su brillo. Reza por una “máquina de la nostalgia” que le saque de la maldita realidad en la que se encuentra. Después de “despedirse” con una serie de conciertos de despedida en 2018, Soft Cell han vuelto a un paisaje que casi seguro es peor que cuando lo dejaron.

Aun así, no todo es desesperante: al menos la música es buena. “Nighthawks” comienza con el rasposo grito animal de Almond, y luego con un gruñido sórdido sobre ritmos temblorosos: “Consíguelo, dispáralo, f***lo, lámelo, ámalo todo”. Las notas del piano suenan como campanas fúnebres en “I’m Not a Friend of God”; las mismas campanas vuelven, esta vez más jubilosas, para la emoción zombi de “Tranquiliser”. Luego, es hora de zarpar de nuevo en “New Eden”, sin mirar atrás. No se les puede culpar.

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