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The Great es el anti-Bridgerton, y gracias a Dios por eso

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W¿Qué tan buena es la precisión histórica de todos modos? La frase a menudo se trata como un ingrediente secreto, el principio y fin de la destreza artística de un drama de época. Cuando una serie como La corona se atreve a tomarse libertades con precisión histórica, se infla en un sacrilegio de importancia parlamentaria. Y luego, aparece un programa como El gran. Ambientada en la Rusia del siglo XVIII, la serie sigue vagamente, muy, muy vagamente, el ascenso de Catalina la Grande (Elle Fanning) y su tumultuoso matrimonio con el emperador Pedro III (Nicholas Hoult). Incluso si no fuera por los giros de la trama salvajemente cómicos que representan eventos que nunca sucedieron, El gran nunca podría confundirse con un documento histórico. Mira fijamente la “precisión histórica” ​​a la cara y se encoge de hombros.

Esta irreverencia histórica se manifiesta de maneras grandes e imperdibles. Pero la inclinación del programa por el anacronismo también impregna las grietas más pequeñas de su guión. Consideremos, por ejemplo, la escena al comienzo de El granLa tercera temporada de, que se estrenó en Lionsgate+ la semana pasada. En él, Catherine y Peter se reconcilian tentativamente después de un intento fallido de asesinato al final de la temporada pasada (ella había apuñalado a un señuelo que vestía su abrigo). Discutiendo la conversación que siguió, la pareja real habla en un tono que oscila entre la formalidad cuidadosamente expresada y la brusquedad sexual grosera. “Felicidades por [killing] el sultán, por cierto”, dice el Peter de Hoult. “Estoy jodidamente duro solo de pensarlo”. Luego, con más erudición: “Eres tan hábil con un cuchillo afilado como con una palabra afilada”. Se intercambian más palabras, en un tenor similar a dos manos, antes de que la pareja tenga sexo apasionado y descuidado. Luego, Catherine le da un puñetazo en la cabeza (“Puede que a veces tenga un poco de ira latente”). esta escena es El gran en una palabra. Es una ráfaga de elocuencia del viejo mundo, franqueza sexual y violencia slapstick, presentada sin segregación. El truco, que el creador Tony McNamara logra llevar a cabo con aplomo, es hacer que el programa sea obsceno, divertido y accesible, evitando la parodia absoluta.

A lo largo de los años, ha habido numerosos intentos de modernizar el formato serio y sofocante del drama de época. La comedia dramática ganadora del Oscar de Yorgos Lanthimos el favorito labró un suelo temático similar, centrándose en la desordenada historia de amor entre la reina Ana y dos de sus subordinados. Bridgerton es seguramente el drama de época revisionista más conocido de nuestro tiempo; Producida para Netflix, la serie, que sigue los escarceos románticos de la alta sociedad en la época de la Regencia en Londres, es famosa por su reparto ahistórico y daltónico y sus copiosas escenas de sexo. El estereotipo sofocante de corsés y reverencias del género se transforma en algo más, algo nuevo y vagamente vulgar.

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