Cuando el drama satírico El Loto Blanco se emitió por primera vez en 2021, fue una especie de éxito inesperado. El reparto estaba formado por una discreta mezcla de actores que triunfaron en los noventa y pin-ups de películas de serie B, y el creador de la serie, Mike White, era más conocido como el auténtico Ned Schneebly de Escuela de Rock. Pero después de dos años encerrado en casa durante la pandemia, la infusión de la vida en un resort de lujo en la programación televisiva fue un éxito rotundo. Y así, naturalmente, el espectáculo tuvo que volver para una segunda salida.
El viaje invernal de esta temporada a la veraniega Sicilia ha sido una delicia. La tensión ha ido en aumento, muesca a muesca, en cada episodio, hasta que, de cara al final de anoche, el tono era insoportable. ¿Se desintegraría el infeliz matrimonio de Harper (Aubrey Plaza) y Ethan (Will Sharpe)? ¿Qué planea Lucía (Simona Tabasco) con Albie (Adam DiMarco)? ¿Y qué hace el Quentin de Tom Hollander con la Tanya de Jennifer Coolidge?
Resulta que los millennials no eran más que un decorado. Los temores de Ethan de que Cameron (Theo James) se hubiera liado con su mujer resultaron (relativamente) infundados, aunque acabaron en una pelea a puñetazos en medio del océano. Daphne (Meghann Fahy) está tan emocionalmente controlada como siempre. “¿Un poco de misterio?”, le dice a Ethan. “Es algo sexy”. Y al final, este ménage à quatre disfuncional aporta poco al final, aparte de lucir bien en bañador.
Mientras tanto, todos los sicilianos nativos consiguen su “felices para siempre”, un poco cursi: Valentina (Sabrina Impacciatore) abraza su sexualidad, Mia (Beatrice Grannò) se sienta al piano, y Lucia (Simona Tabasco) se hace con 50.000 euros, y sin un irritante novio americano. Felicità en Taormina, entonces. Pero es en Palermo -donde Tanya ha sido raptada por “los gays” y Portia (Haley Lu Richardson) secuestrada por Joey Essex- donde se desarrolla el verdadero drama.
“Estos gays, están intentando asesinarme”, gime Tanya, atrapada en el yate de Quentin. Pensando que estás a punto de ser asesinada, en El Loto Blancoes una buena vacuna contra el asesinato. Al final, al igual que en la primera temporada, el número de cadáveres se acumula en gran medida por defensa propia y una pizca de paranoia. Pero entonces Tanya toma la valiente pero fatal decisión de intentar escapar del baño de sangre que acaba de crear. Y así, cuando llegamos al punto del “whosnuffedit” en el que volvemos a la secuencia inicial de la temporada, es el cuerpo de Tanya el que aparece flotando en el mar Jónico.
Jennifer Coolidge ha sido el ancla que ha mantenido unidas estas dos series, y es una lástima que la hayan despedido, sobre todo porque su matanza en pánico de un barco lleno de eurobasura dudosa fue la Coolidge de siempre. Pero esta serie ofrece buenas interpretaciones: Adam DiMarco como el cachondo e inocente Albie (“¿Cómo vas a triunfar en la vida si eres un blanco tan grande?”, le pregunta su padre, el Dominic de Michael Imperioli), Meghann Fahy como la inescrutable ama de casa Daphne, o Haley Lu Richardson demostrando lo poco inteligente que es la Generación Z. Aunque el guión carezca de la frescura orgánica de la resolución de la primera entrega, el trabajo del departamento de casting ha sido tan impecable como siempre.
“El año que viene: las Maldivas”, sugiere Daphne. “¡Más submarinismo y menos pasta!”. Cameron está de acuerdo. Dónde El Loto Blanco es un misterio, pero ten por seguro que la serie continuará. Después de los dos grandes dramas fantásticos del verano, La Casa del Dragón y Los Anillos del Poder, se esfumaron, se ha dejado a El Loto Blanco para hacer el caso de la cita de visualización. Sin duda, las preguntas sin respuesta del final (¿cuál es, por ejemplo, la implicación de Greg en el “secuestro” de Tanya?) son cabos sueltos que hay que volver a atar en la playa de, digamos, Bora Bora. Una cosa es segura: El Loto Blanco ya no es un éxito durmiente. Esta es la propiedad más caliente en la televisión en este momento.
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