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Vecinos: The Finale review – Un endeble y agonizante final de una era

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¿Cómo se termina una serie que lleva 37 años en antena y casi 9.000 episodios? Es una tarea hercúlea de resolución: casi cuatro décadas de hilos argumentales que se extienden como una cuerda deshilachada. Entonces, ¿cómo se puede atar todo eso? Bueno, William Shakespeare, el mayor dramaturgo de la historia de la lengua inglesa, solía utilizar una boda o un baño de sangre como medio para cerrar la escena. Los escritores de Vecinosque posiblemente no sean los mejores dramaturgos de la historia de la lengua inglesa, optan por lo primero, pero los espectadores ocasionales podrían lamentar la ausencia de lo segundo.

En una confección de la trama (admirable en su desvergüenza) los residentes de Ramsay Street deciden, en masa, vender y mudarse. Al mismo tiempo, Mel y Toadie (Lucinda Cowden y Ryan Moloney) se casan (en una conveniente boda-fiesta en la calle) y, en el último tramo de este triunvirato de despedida, Harold Bishop (interpretado por Ian Smith, un hombre que debe resignarse a ser llamado “Harold Bishop” por extraños todos los días durante el resto de su vida) sigue garabateando, actualizando su Historia de Ramsay Street libro (“el último de los custodios” que inició la obra). Al igual que con programas como Friends y M*A*S*H, el Vecinos final se ofrece un tiempo de ejecución más largo con el fin de envolver las cosas, una decisión creativa que sólo prolonga la agonía.

Pero el eje principal de la trama gira en torno al regreso de una vieja cara. Guy Pearce vuelve a encarnar a Mike Young, un papel que interpretó durante unos años en la década de 1980 antes de marcharse a Hollywood. Lleva a cabo una gira de recuerdos por Erinsborough con su hija, mientras coquetea implacablemente con su ex, Plain Jane Superbrain (Annie Jones). El regreso de Pearce ofrece un recordatorio de la eficacia de la incubadora de talentos Vecinos ha sido a lo largo de los años, pero también arroja una luz no deseada sobre todos esos actores australianos que no lo hicieron lograron salir de Ramsay Street. El final de la serie muestra el contraste entre los torpes actores de telenovelas y los actores de la lista A que se escapan de la serie en un profundo claroscuro: Beth (Natalie Imbruglia), Flick (Holly Valance), Charlene (Kylie Minogue) y Scott (Jason Donovan) son los encargados de recordar fugazmente que Vecinos ha sido tanto una agencia de talentos como un programa de televisión. “Los años que viví en Ramsay Street fueron algunos de los mejores de mi vida”, dice Donna (Margot Robbie), y está claro que la actriz se refiere a sus propios años de formación, antes de llegar a las nominaciones al Oscar y al superestrellato mundial.

El problema con este enfoque centrado en los cameos (que también implementa un programa de clips para aumentar el factor de nostalgia) es que se olvida de lo que hace que las telenovelas sean tan cautivadoras: la trama. En cambio, este final tiene una cualidad casi meta. “Todo el mundo merece un lugar en la historia de Ramsay Street, incluso aquellos que nos veían desde lejos”, dice Susan Kennedy (Jackie Woodburne) en su monólogo final, pareciendo reconocer que la audiencia principal de la serie estaba en el Reino Unido. Sólo los espectadores más devotos, que han sido monógamos del programa durante décadas, tendrán lágrimas en los ojos cuando la cámara se desplaza hacia arriba y se aleja de ese famoso callejón sin salida suburbano.

Es una observación trillada decir que Vecinos no es Los Sopranos. La escritura, la actuación, la calidad de la producción, la sensibilidad… todo esto es de una escuela totalmente diferente. Pero la gente que sintonice estos últimos episodios, posiblemente después de muchos años -yo mismo no la he visto desde mi interés de adolescente por la carrera de Holly Valance-, encontrará sin duda que la producción es tan barata y endeble que no es de extrañar que se haya venido abajo. Todo el mundo podría necesitar una buena Vecinos, pero eso no es lo que nos han dado.

Jared Grant

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