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Welcome to Eden quiere que nos cuestionemos lo que consideramos el paraíso

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Ta taquigrafía cinematográfica del paraíso no evoluciona realmente: playas de arena blanca, palmeras que se mecen, agua caliente más azul que una bebida deportiva. En el primer episodio de la nueva serie española de Netflix Bienvenidos al Edén, un grupo de jóvenes llega a una isla indeterminada de Canarias para una exclusiva fiesta clandestina. No saben realmente quién la organiza, solo que están en la lista.

Zoa, de diecinueve años (interpretada por la actriz nominada al Goya Amaia Aberasturi), recibe la invitación justo cuando se entera de que su caprichosa madre ha vuelto a salir de rehabilitación. “Puedo ayudarte a ser feliz”, reza un misterioso mensaje de texto, acompañado de un vídeo que los showrunners han modelado deliberadamente a partir del que anunció el evento musical de lujo Fyre Festival. Seguramente recordarás cómo acabó aquello.

Zoa tiene que tomar una decisión: ¿quiere cuidar de su hermana adolescente en Barcelona o retozar en las olas con gente que se parece mucho a Bella Hadid? La respuesta es tan fácil como ponerse los pantalones vaqueros y tomarse unas cuantas botellas de Eden, el misterioso refresco que alimenta la fiesta.

El paraíso nunca es lo que parece. A la mañana siguiente, cuando el catamarán parte hacia tierra firme, cinco fiesteros, entre los que se encuentran Zoa y África -una influencer online interpretada por la estrella del pop hispano-mexicana Belinda-, quedan varados “accidentalmente” en tierra. Astrid, la siniestra líder de una eco-comunidad autosuficiente en la isla, acepta acogerlos hasta que llegue el próximo barco. Pero la fachada de serenidad de la comuna se desmorona casi de inmediato, dando así comienzo a un thriller que ya hemos visto antes. Los astutos intentos de Zoa por averiguar la verdadera naturaleza de la isla acaban por enfrentar a los recién llegados a una sangrienta lucha contra sus captores.

La serie nos recuerda inmediatamente La Playa, la película del año 2000 de Danny Boyle – adaptada de la novela de 1996 de Alex Garland – protagonizada por Leonardo DiCaprio en el papel de Richard, un mochilero que se topa con una comuna tropical en manos de una carismática líder femenina. Bienvenido al Edén toma prestados los cortes rápidos ligeramente nauseabundos de esa película y la luminiscencia triposa para subrayar la enfermedad del mundo moderno.

Es cómo nuestros protagonistas se alejan de la rutina de la vida moderna lo que obtiene un pulido muy 2022. Richard encontró el paraíso utilizando un dudoso mapa dibujado a mano que requirió más agallas que sentido común para seguirlo. Aquí, los VIP reciben una invitación electrónica para una nueva activación de la marca Eden. Al llegar, cambias tu teléfono por una pulsera electrónica que controla tus pedidos en la barra libre y quién sabe qué más. La verdadera escapada es una prohibición de las redes sociales bien aplicada. No te lanzas a buscar tu propio paraíso vacío; esperas a que alguien te proponga una “collab”.

Está claro desde el principio que el catamarán de vuelta a la civilización sólo olvida a quien Astrid quiere que olvide. Los recién llegados no están varados, sino seleccionados. “No les importas”, dice Astrid, interpretada por la estrella de la televisión española Amaia Salamanca con la férrea intensidad de una famosa instructora de pilates. “Para ellos sólo sois peones sin rostro y sin voz. Ellos morirán ricos y vosotros heredaréis un planeta destruido por su codicia”. ¿En la isla, sin embargo? Se les considera lo suficientemente especiales como para secuestrarlos.

Hay mucho sobre Bienvenido al Edén que no tienen sentido. Nunca se sabe exactamente qué contiene el elixir patentado, sólo que parece apestar. La gente que lo bebe se vuelve malhumorada e imprudente. Rumian los peores momentos de sus vidas. Es la televisión de la caja de misterio en su forma más desenfrenada. Los expedientes de los recién llegados son muy elaborados, pero apenas se entiende por qué han sido seleccionados. Rara vez es obvio quién en la isla es un verdadero creyente y quién es un espía. Decir que la temporada termina con un cliffhanger sería subestimar lo mucho que queda de perplejo al final del último episodio.

Pero Bienvenido al Edén, que ocupa el segundo lugar en la lista de las 10 mejores películas de Netflix en EE.UU., toca la fibra sensible. La serie ofrece una visión de la evasión que mezcla lo fantástico -una secta letal de gente guapa vestida con tonos de azul atlético- con las razones totalmente mundanas por las que una persona puede verse tentada a desaparecer. Algunas personas, como Zoa, tienen unos padres de mierda; el único vínculo de África con el mundo real es su cuenta en las redes sociales. Su tristeza es tan ineludiblemente prosaica que casi pide una solución radical.

Por eso es alarmante -y no improbable- lo rápido que se desvanece la atracción del hogar. Varios personajes son tentados por el amor romántico, el que falta en sus vidas en Barcelona, opor la promesa de una “familia elegida”. ¿Qué es el hogar sino un lugar donde la gente te quiere? “No les estamos privando del mundo real”, le dice Astrid a un nuevo converso, impregnando la palabra “real” con su significado privado: feo, frío, olvidadizo. “Les estamos protegiendo de él”.

‘Bienvenidos al Edén’ ya está en streaming en Netflix

Jared Grant

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