De todas las bandas que encabezan el revival indie, ninguna cambia de forma como Wolf Alice. El suyo es un palimpsesto de estilos: algo de shoegaze por aquí, algo de garage rock por allá. El folk, el grunge y la electrónica también entran en la mezcla.
Surgidos en un momento en el que la música de guitarras estaba cada vez más moribunda, han hecho bastante bien en llegar hasta donde están. Tres discos entre los cinco primeros (el último llegó al número 1). Un premio Mercury. Un premio Brit. Una nominación a los Grammy. La clave de su alquimia es la cantante Ellie Rowsell, cuyo talento para contar historias va acompañado de una voz que puede pasar de un falsete brillante a una furia desbordante.
En el escenario de la Pirámide, es tremendamente divertida. Sin embargo, el cuarteto del norte de Londres estuvo a punto de no llegar a Worthy Farm: su vuelo desde el aeropuerto de Los Ángeles fue cancelado ayer, lo que llevó a Rowsell a tuitear: “¿Alguien tiene un jet privado en Los Ángeles?”
Por suerte, consiguieron un vuelo a Seattle y luego a Londres. Si hay un poco de sueño, la banda se las arregla para recurrir a sus reservas, y se lanzan a través de sus éxitos como un bobsleigh a toda velocidad, apenas manteniendo el control. “Smile”, con sus guitarras crujientes y el discurso casi rapero de Rowsell, es el desfibrilador que despierta al público de la calma de media tarde. “Vamos a divertirnos”, dice, antes de lanzar “You’re a Germ”, un tema propulsivo sobre la explotación sexual de su álbum de debut. My Love is Cool. Cacarea, grita, se pavonea.
Es cuando Wolf Alice ralentiza las cosas -permitiendo que se aprecien plenamente los matices de la voz de Rowsell- cuando son más potentes. “Lipstick on the Glass”, de 2021 Blue Weekend, se asienta magníficamente junto a la embriagadora descarga de “Bros”. Momentos después, bañada en luz naranja, canta “you f***ed with my feelings” en “Safe from Heartbreak”. Los brazos se mueven al unísono, mientras los relajantes acordes de “How Can I Make This OK?” bañan a una multitud desmayada.
También hay espacio para la claustrofóbica “Silk”, en la que Rowsell nos dice que “mi amor me mata lentamente”, y “The Last Man on Earth”, en la que Rowsell se sienta en la parte delantera del escenario, de nuevo flexionando esas voces sobre pianos centelleantes. Hay algunos problemas de sonido. Pero no importa. Terminan con una interpretación sorprendentemente bella de “Don’t Delete the Kisses”, de su segundo álbum Visions of a Life, queda claro que el futuro de la música de guitarra está en buenas manos.
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