A las 22:31 horas del lunes 22 de mayo de 2017, Salman Ramadan Abedi, un extremista islamista de origen británico se hizo estallar al término de un concierto de Ariana Grande en el Manchester Arena. Asesinó a 22 personas e hirió a más de 1.000, muchas de ellas de gravedad. Los mundos chocan: El atentado de Manchester (ITV) es un intento de entender por qué ocurrió, si se podría haber evitado y si podría volver a ocurrir. Por qué, en otras palabras, el mundo de los fans de Ariana Grande, amantes de la diversión, apolíticos y más bien dulces, acabó chocando con el mundo de la secta de la muerte de Abedi, que se crió en Manchester y tenía más o menos la misma edad que ellos. Estaban obsesionados con el nuevo álbum de Ariana Dangerous Woman, la moda y los amigos; Abedi estaba obsesionado con el Estado Islámico, el Corán y con cuántas tuercas y tornillos podía meter en una bomba casera en una gran mochila. (La respuesta es un montón: es lúgubremente cómico ver a Abedi en las CCTV tambaleándose por el Arena doblado casi al doble mientras llevaba a cabo su malvada misión, tal era el enorme peso de su carga de metralla).
A pesar de los tranquilos y concienzudos esfuerzos de los realizadores del documental por explicar lo que ocurrió, y lo que podría no haber ocurrido, sólo lo consiguen en parte. Las extensas imágenes de las cámaras de seguridad, los relatos de los testigos y las imágenes de la investigación pública nos dicen mucho sobre lo que ocurrió esa noche y lo que condujo a ello, pero, frustrantemente, menos sobre el porqué.
Las personas que más llegamos a conocer son las que hablan con libertad y reflexión durante las entrevistas: los supervivientes y sus familias. Paul Price, por ejemplo, que estaba a pocos metros de su compañera Elaine, que murió trágicamente en la explosión: “Lo siguiente que sé es que estoy volviendo en sí en cuidados intensivos después de estar en coma durante casi dos semanas… No recuerdo que me dijeran que Elaine había muerto, no recuerdo que me dijeran que Gabrielle [Paul’s daughter] estaba bien”.
Durante las secuelas del atentado y los numerosos actos públicos multitudinarios celebrados en Mánchester para conmemorar a las víctimas, se hizo evidente que las personas más afectadas -devastadas- por la obra de Abedi eran personas de comportamiento corriente y espíritu extraordinario. Lo peor que oímos decir a alguno de ellos viene de June Tron. Ella habla de haber encontrado los restos de su hijo en un hotel cercano que se utilizaba como centro de emergencias. Dice que cuando la policía le mostró una foto de Abedi, se quedó sorprendida por su juventud. No podía entender cómo un “golfillo” como él, que no “parecía lo suficientemente mayor como para afeitarse”, podía haber destruido tantas vidas. En todos estos testamentos, el odio brilla por su ausencia.
Nos enteramos de que durante las vacaciones escolares, el padre de Abedi, Ramadan, se cree que se ha llevado a su hijo adolescente a luchar contra las fuerzas de Gadafi en la guerra civil libia. En el mundo paralelo de sus futuras víctimas, estaban disfrutando de semanas en la playa. La maquinaria real de la radicalización islamista sólo se describe someramente, pero su padre parece tener mucho que responder. Sin embargo, ni él ni ningún otro amigo o familiar de Abedi (incluido su hermano co-conspirador encarcelado, Hashem) aparecen en el programa.
Debido a que la investigación todavía está en curso, tampoco se nos dice nada de la policía, los bomberos y los servicios de ambulancia, ni de los agentes de Prevent y del MI5 que vigilaron a Abedi de forma intermitente durante algunos años. De la imagen parcial, sabemos que un miembro del público pudo darse cuenta de que Abedi no estaba haciendo nada bueno, y alertó a un auxiliar, pero que no se tomó ninguna medida por miedo a ser acusado de racismo; que la policía parecía mal preparada para un ataque terrorista; y que había un aire general de complacencia. Es muy posible que si Abedi hubiera sido desafiado y hubiera detonado su bomba antes de tiempo, con casi todo el mundo en el auditorio, el número de muertos hubiera sido mucho menor.
Dicho esto, como sabemos por el reciente asesinato de Sir David Amess, así como por la muerte de Jo Cox y muchos otros atentados, que el terror extremista forma ahora parte de todas nuestras vidas. La estrategia de prevención, las escuelas, las organizaciones religiosas, las familias, la policía y los servicios de seguridad simplemente no pueden controlar el gran número de extremistas que hay en todo el espectro político y religioso. Se aprenderán las lecciones, pero los mundos volverán a chocar.
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