En el final de la primera temporada de Ted Lassoel Ted de Jason Sudeikis se comprometió a sacar al AFC Richmond del descenso. Esa campaña ganadora proporcionó la columna vertebral para una segunda temporada conmovedora. Para dar comienzo a la ambiciosa tercera temporada de la serie de Apple TV Plus, la propietaria del Richmond, Rebecca (el deleite más fiable de la serie, Hannah Waddingham) le recuerda a Ted, de forma bastante inconveniente, que su promesa era en realidad una audaz doble temporada: el Richmond ha vuelto a la Premier League, sí, pero el entrenador todavía le debe algún trofeo.
Inconveniente, porque las probabilidades de que un equipo que acaba de lograr el ascenso gane la liga, o cualquier competición, son mínimas, incluso en el caso de un equipo que no ha logrado el ascenso. Ted Lassode Ted Lasso una tierra soleada donde los niños son precoces, los chistes son de una sola línea y los aforismos reciben pequeños y divertidos retoques. (“El tanteo de un hombre es la ganancia de otra mujer” no será como espeluznante cuando lo escuches en su contexto). Aún así, está en el ADN americano y folclórico de la serie -y en el de Ted- intentarlo, intentarlo, intentarlo con todas tus fuerzas, especialmente cuando las cosas se ponen difíciles, las cosas no van bien, etc.
Por eso es tan desconcertante que cuando nos ponemos al día con Ted, después de haber pasado un verano jugando al Fifa con su hijo, esté… abatido. “Supongo que a veces me pregunto qué demonios sigo haciendo aquí”, se pregunta en voz alta a su terapeuta, la Dra. Niles (Sharon Fieldstone). “Quiero decir, sé por qué vine, pero lo que no acabo de entender es lo de quedarme”. Dada la estructura de la serie -una temporada de fútbol americano por cada temporada de televisión-, hay límites en cuanto a cuánto Ted Lasso puede progresar de un año a otro, incluso cuando el propio Ted se convierte más en una figura trágica que cómica. Sigue teniendo ese encanto enlatado, pero ahora vemos la tristeza reprimida tras la cortesía patológica de Ted. Lo que empezó como una comedia de situación ha evolucionado astutamente hacia algo más convincente.
Los cuatro episodios proyectados para los críticos duran más de 44 minutos, lo que indica una transformación de un espectáculo unipersonal a un drama colectivo. Y dado el agujero emocional en el centro de la serie, recae en el resto del reparto la responsabilidad de llevar las risas. La extraña pareja formada por el chico malo reformado Jamie Tartt, de Phil Dunster, y el tipo duro Roy Kent, de Brett Goldstein, proporciona algunos de los mejores chistes de la serie, mientras que la traviesa WAG Keeley, de Juno Temple, resulta entrañablemente tonta y extrañamente perspicaz por momentos. En general, sin embargo, se siente demasiado alejada de la acción como directora de su propia empresa de relaciones públicas.
Además del reparto de Richmond, se ha abierto un nuevo teatro para la tercera temporada. Rupert, el ex marido de Rebecca -un Anthony Head alegremente odioso- es el nuevo propietario del West Ham United, favorito para ganar la liga (la magia de la televisión, ¿eh?). A él se une Nate Shelley (Nick Mohammed), ex técnico del Richmond, que aporta al club el amor de Tim Sherwood por el chándal y al menos algunos recelos sobre su giro traicionero. ¿Hay demasiados argumentos? Probablemente. Pero si todavía estás viendo Ted Lassoen la tercera temporada, es probable que sientas demasiado afecto por su adorable banda de inadaptados como para querer que alguien sea eliminado del equipo.
A pesar de la falta de confirmación por parte de Apple, se ha especulado ampliamente, alimentado por los comentarios de Sudeikis, que esta es la última salida de la galardonada serie, una posibilidad que es laboriosamente presagiada por el hastío de Ted. “Quizá mi presencia aquí esté haciendo más daño que ayudando en este momento”, dice, un poco sin sentido, teniendo en cuenta que acaba de llevar a Richmond de vuelta a la máxima categoría del fútbol, pero da igual. Si este es el final, espero ver a Roy Kent rociar champán sin alcohol en el aire en señal de victoria, tenga sentido o no.
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