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Crítica de Scandaltown: La obra de restauración contemporánea de Mike Bartlett es una parodia desordenada

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Las palabras de Mike Bartlett se ciernen sobre los teatros de Londres. Pero, con Scandaltown – tercer espectáculo del dramaturgo que se estrena en menos de dos meses, su supremacía ha empezado a tambalearse.

Se trata de un giro moderno de una obra de la Restauración, escrita para una época posterior al cierre, por lo que se espera que sea un interrogatorio ingenioso de todas las cosas de 2022. Hay un secretario de estado con pelo en retroceso, Matt Eaton (Richard Goulding), que se parece extrañamente a nuestro Boris Johnson y que ha conducido al país de forma desordenada a través de “la plaga”. “Copos de nieve” y “blandenguería” son los insultos elegidos. Hay menciones a fotos de Instagram publicadas en “solidaridad” con el movimiento Black Lives Matter. Pero más allá de meter en su guion todas las referencias culturales contemporáneas posibles, la sátira de Bartlett sobre los ricos y poderosos se queda corta.

Comienza como una Noche de Reyes-Phoebe (Cecilia Appiah) está desesperada por encontrar a su hermano Jack (Matthew Broome), que ha abandonado su buen carácter por una vida de drogas y sexo en Londres. Ella se enmascara pobremente bajo un cómico disfraz masculino mientras se embarca en su misión de localizarlo.

Desgraciadamente, con un guión tan sobrecargado de personajes innecesarios, esta narración queda rápidamente relegada a un segundo plano. A continuación, se nos presenta a una ex-pareja de Katie Hopkins.Aprendiz concursante convertida en estrella de la televisión, Lady Susan Climber (Rachel Stirling), que espera ganarse un grupo de fieles seguidores siendo lo más escandalosa posible en Twitter. A continuación, pasamos a un caso de confusión de identidades en un baile de máscaras de Netflix: nadie acaba con la persona con la que se supone que debería estar, pero, tras algunas secuencias de movimientos burdos que recuerdan al sexo, todo se resuelve al final. Aunque la obra de Bartlett es lingüísticamente fluida y elocuente, es el significado que hay detrás de todo ello lo que necesita más trabajo.

Dividido en dos secciones de una hora de duración, se trata de un guión flácido y casi sin gracia que pide a gritos un buen tajo. Bartlett es minucioso en su crítica a los milenios, pero se cansa rápidamente. Su dibujo de los jóvenes como agentes cegados de la justicia social no es nada novedoso, y su escritura nunca llega a las profundidades de ningún análisis social real. A pesar de algunas interpretaciones respetables, en particular la del recién llegado Broome en su debut profesional, los protagonistas caricaturescos de Bartlett tienden a ser de una sola nota.

La escenografía es extravagante y ha sido diseñada por Good Teeth, pero el resultado final es hortera, con la acción bordeada por contornos de nubes que parecen recién sacados de la pantomima. La gracia salvadora es el diseño de vestuario chillón de Kinnetia Isidore, en el que Rachel O’Riordan confía para llevar a cabo su dirección deficiente.

Aunque puede que estemos viviendo un momento de Mike Bartlett, se trata de una parodia desordenada que, a diferencia de otros de sus triunfos, deja un sabor amargo.

‘Scandaltown está en el teatro Lyric Hammersmith hasta el 14 de mayo

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