Wuando se enfadaba, el cómico Groucho Marx recurría a medidas extremas. Después de la revista de cotilleos y escándalos Confidencial escribió un reportaje intrusivo sobre su vida privada, respondió enviando una severa carta a los editores: “Señores: si siguen publicando artículos calumniosos sobre mí, me veré obligado a cancelar mi suscripción”.
Una vez le pidieron a Groucho su opinión sobre un espectáculo de Broadway que no le había gustado mucho. ¿Qué le pareció? “Prefiero no decirlo”, respondió. “Lo vi en malas condiciones: el telón estaba levantado”.
Este, pues, no era un hombre para tomar a la ligera. En efecto, era muy divertido. Su imagen perdura. Todo lo que un dibujante necesita para evocar a Groucho es un bigote, un puro y unas gafas. Algunos de sus chistes también le han sobrevivido. “No me gustaría pertenecer a un club que me tuviera como miembro”, es una frase de la sabiduría marxiana que aún hoy se cita con frecuencia.
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