Reiterando una declaración similar hecha a principios de este mes (“No creo que [in order] para ser justos con las mujeres, deberíamos convertirnos en ellas”, dijo El i), Penn parecía insinuar que hay algo malo en el concepto de fluidez entre los rasgos tradicionalmente masculinos y femeninos. Es algo que huele a misoginia de la vieja escuela, más propia de la estrella de cine envejecida que interpreta en el reciente éxito cinematográfico Pizza de regaliz. En la brillante película de estilo vintage de Paul Thomas Anderson, el sesentón actor de Penn se ensaña con Alana Kane, una veinteañera lo suficientemente joven como para ser su hija, que él supone que está ahí para poco más que su disfrute. Hasta aquí, los años 70, pero casi 50 años después, cabría esperar que el Penn de la vida real fuera un poco más ilustrado.
Los últimos comentarios de Penn son problemáticos en muchos sentidos, desde la sugerencia de que llevar falda es una característica femenina definitoria -¡Sean, amigo, ahora mismo estoy llevando literalmente unos vaqueros! – hasta la idea de que “renunciar” a la masculinidad equivale de algún modo a la cobardía. ¿Qué hay de malo en un poco de ambigüedad, Sean? ¿Por qué no dar un pequeño salto a través del espectro entre las nociones cada vez más anticuadas de lo que se supone que define a las mujeres y a los hombres? Puede que incluso te guste.
Con su insistencia en que los hombres están siendo intimidados por el feminismo para que se parezcan más a las mujeres en una especie de fabuloso golpe liderado por las mujeres, lo que Penn no considera es que quizás un poco menos de mariconería en el hombre moderno podría ser algo bueno. Los rasgos clásicamente masculinos de la agresividad, la asertividad y la incapacidad de combinar un atuendo decente son cosas que podrían ser impregnadas con los atributos supuestamente femeninos de la empatía, la sensibilidad y la humildad. Si nuestros líderes mundiales se dedicasen menos a la masturbación, quizá el mundo no se encontraría en una situación tan complicada. Sólo una idea.
Que los comentarios de Penn se hicieron delante de su hija – Dylan Penn, de 30 años, protagoniza junto a su padre Día de la Bandera y que también formaba parte de la entrevista- añade otra capa de asquerosidad a su posición. El hecho de que Penn esté actualmente divorciado de una mujer un año más joven que Dylan, Leila George, de 29 años, lo dejamos aquí.
Veamos también el historial no tan bueno de Penn con el feminismo, que incluye un escarnio en 2018 del #MeToo, al que tachó de “no ser intelectualmente honesto” mientras aireaba sospechas de acusaciones infundadas dentro del movimiento. Ese mismo año también publicó un dudoso poema en el que defendía a presuntos abusadores, entre ellos el presentador del programa de entrevistas Charlie Rose, que fue despedido de su trabajo en la CBS tras una serie de acusaciones de acoso sexual, así como el cómico y masturbador público Louis CK. El poema aparecía como epílogo en la primera novela de Penn, la satírica Bob Honey que sólo hace cosasEl poema aparece como epílogo de la novela satírica de PennBob Honey Who Just Do Stuffque obtuvo una puntuación de 2,1 sobre 5 en GoodReads, donde la reseña más votada por los lectores comienza con la inmortal frase: “Una de las peores cosas que he visto en mi vida; y eso que trabajo como paramédico”. En lugar de ofrecer su apoyo como aliado, como el también actor George Clooney, la respuesta de Penn al #MeToo fue defender a los hombres denunciados y acusar al movimiento de estar “dirigido por la manía”.
Pero a pesar de todo esto, Penn también tiene un historial de uso de su plataforma de manera progresiva, lanzando su peso detrás del matrimonio gay en su discurso de aceptación del Premio de la Academia de 2009, así como la puesta en escena de una serie de intentos de ayuda humanitaria al estilo de Hemingway: ayudando en las misiones de rescate en el terremoto de Haití y tras el huracán Katrina. Todo ello lo podría haber hecho igual de bien con una falda elegante.
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