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Lejos de ser una musa pasiva, Jane Birkin fue un icono que no debe subestimarse

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BLa noticia del roadcast sobre la muerte de Jane Birkin vino inevitablemente acompañada de fragmentos de ella como cantante de softcore, cantando el sencillo de 1969 que grabó con Serge Gainsbourg, “Je t’aime… moi non plus”. el cinismo cansado del amante mayor.

Birkin continuaría cantando decenas de canciones poéticas, divertidas y provocativas de Gainsbourgs. ¿Cantar? Le gustaba decir que los “usaba”. Para mí, sonaba más como si los estuviera fumando. Inhalando sus pensamientos más oscuros, conteniéndolos, poniéndose un poco triste o drogado, y luego exhalándolos de alguna manera más ligeros, más evasivos. Burlándose tanto de su necesidad de sorprender como de la necesidad de sorprender a su audiencia. En su último show en Londres el año pasado, no nos dio “Je t’aime” sino su cara B, “Jane B”, en la que Gainsbourg le dio licencia para jugar con su encasillamiento de ella como una musa 2D. Enumeró sus estadísticas vitales a la CSI: “Yeux bleus/ Cheveux châtains/ Jane B/ Anglaise/ De sexe féminin/ Âge entre 20 et 21…” La canción implicaba que ya estaba muerta, un bonito cadáver “durmiendo” al lado de El camino. Pero, por supuesto, Birkin sobreviviría a su amante por tres décadas y llevaría su legado, con el tierno estoicismo de un portador del féretro, por el resto de su vida.

Porque, aunque algunos críticos la descartan como la edición original de la década de 1960 de la manic pixie dream girl, Birkin no era una musa pasiva. La fantasía fashionista de ella estaba en desacuerdo con la mujer terrenal que entrevisté dos veces en las últimas décadas de su vida. La última vez que hablé con Birkin por teléfono fue en 2021 y su acento nítido de Mary Poppins todavía me tomó por sorpresa. L’amour? Punto de escupir! Ella había estado con sus pantalones de pana de hombre (sin Birkin ni bolso de cesta, con una llave en una cinta alrededor del cuello) caminando por la costa de Bretaña cerca de su casa, me dijo. Estaba a punto de hacer un estofado sustancioso y ansiaba verlo “burbujear todo tibio y rojo en la estufa”. Vivía sola con su último bulldog y parecía bastante contenta con la situación.

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