El camino hacia el set de clausura de Coachella ha sido accidentado. Hace trece días, Kanye West, que había sido contratado durante mucho tiempo como cabeza de cartel del domingo por la noche, reveló que se retiraba, dejando a los promotores buscando un sustituto digno en el último minuto.
Al final, sin embargo, la solución fue sencilla. El regreso de los gigantes de la EDM, Swedish House Mafia, ya estaba en el cartel de Coachella, con un prometido espectáculo de regreso a la noche tras su separación en 2013 y su reforma en 2019. Pero para que pareciera que no habían subido perezosamente un acto ya reservado, tenía sentido que los organizadores espolvorearan algo más de poder de estrella sobre el trío de DJs europeos relativamente sin rostro. Así pues, The Weeknd.
Cabe suponer que la estrella canadiense del pop era la primera opción. Al igual que Swedish House Mafia -y Doja Cat, que actuó antes que ellos-, The Weeknd está dirigido por Wassim “Sal” Slaiby. Colaboró con el grupo en “Moth To A Flame” del año pasado, así como en “Sacrifice (Remix)” de este año. Gracias al éxito continuado de “Blinding Lights” de 2020, también es uno de los artistas más importantes del planeta, lo que no podría perjudicar la credibilidad del festival.
Para un evento que suele funcionar como un reloj, un retraso de 35 minutos para el doble set de los cabezas de cartel es menos que sospechoso. Bajo un escenario circular que parece una menta de Polo gigante (eso es un Lifesaver para los lectores estadounidenses), Swedish House Mafia da el pistoletazo de salida. “Señoras y señores, permítannos volver a presentarnos”, dice Axwell, antes de presentar a Sebastian Ingrosso y Steve Angello. Sus ritmos implacables se suceden, tan energéticos y anónimos como la banda sonora de una clase de spinning. Los fuegos artificiales iluminan el cielo de Indio, presumiblemente porque ver a tres tipos de mediana edad cabeceando detrás de un escritorio no es terriblemente cautivador. La pregunta principal ahora es: ¿cuándo y cómo Abel Tesfaye, alias The Weeknd, entra en la ecuación?
Después de casi una hora, los fans tienen su respuesta, ya que The Weeknd sale al escenario para interpretar “Sacrifice”. Con una sencilla camisa negra y las manos enguantadas (esta noche no hay pesadas prótesis faciales), se ve obligado a gritar por encima del ruido de fondo de Swedish House Mafia. El trío permanece en el escenario para un “I Can’t Feel My Face” algo forzado, en el que The Weeknd parece cantar contra la instrumentación, en lugar de deslizarse por ella. Sin embargo, cuando Swedish House Mafia se escabulle del escenario, el cantante se pone en marcha y da rienda suelta al power-pop de inspiración ochentera de “Blinding Lights”.
En lo que es un espectáculo típicamente despojado, The Weeknd confía en su propia fuerza estelar para mantener la atención del público, en lugar de utilizar accesorios o deslumbrantes despliegues de láser. La sencillez le sienta bien, pero sigue pareciendo que le falta un cierto toque de cabeza de cartel. La próxima vez que canceles un espectáculo, Kanye, avisa a todo el mundo con un poco más de antelación, ¿por qué no?
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