Hace tres años, Billie Eilish tuvo un comienzo titubeante en su carrera en Coachella. En el teatro al aire libre del festival, la actuación de la joven de 17 años estuvo plagada de problemas técnicos: llegó al escenario con más de media hora de retraso, olvidó parte de la letra de “All the Good Girls Go to Hell” y, lo peor de todo, sacó a su invitado especial Vince Staples para “&Burn”, sólo para que su micrófono no funcionara en absoluto y le dejara rapeando en silencio. No es lo ideal, pues.
Aun así, también tenía buenos recuerdos de ese fin de semana. Después de todo, fue en el backstage de Indio donde Eilish conoció a su ídolo adolescente Justin Bieber. En las imágenes capturadas para el documental 2021 de RJ Cutler Billie Eilish: The World’s a Little Blurry, la pareja se encuentra y se abraza por primera vez. Eilish había crecido adorando a la cantante canadiense, que es ocho años mayor que ella, y el momento marcó una especie de cruce emocional del Rubicón para Eilish, ya que fue literalmente recibida en el mundo del superestrellato del pop por el icono que había deificado.
Con sólo dos álbumes (y un tema de Bond), Eilish se ha convertido en un imán para los Grammy y en una sensación del pop alternativo. Mezclando tonos retro con letras mordaces sobre temas tanto universales como específicos de su vida -desde el desamor adolescente hasta los acuerdos de confidencialidad y los paparazzi-, Eilish canta con una voz que oscila entre el susurro y el grito de guerra sin perder nunca su intimidad. A sus 20 años, la cabeza de cartel más joven de Coachella no tiene la edad suficiente para recibir una de las omnipresentes pulseras que llevan los asistentes para demostrar que pueden comprar alcohol legalmente.
Para los estándares de un cabeza de cartel de Coachella, el escenario de Eilish es relativamente escaso: no hay bailarines de apoyo, ni trucos. La atención se centra en ella y en los múltiples invitados que recibe a lo largo de la noche. Esta noche llega con relativa prontitud -sólo siete minutos después de su hora de salida al escenario de las 23:30- y rápidamente se dispone a disipar cualquier temor de que esta vez el espectáculo se vea interrumpido. Durante el tema de apertura “bury a friend”, una canción de ritmo endiablado sobre un monstruo bajo su cama, Eilish se dirige inmediatamente al lugar donde siempre parece más feliz: rodeada de sus fans en una larga pista. Las caras del público se iluminan a su paso, e incluso cuando saca al cantante de R&B nacido en Georgia Khalid para su acertado dúo “lovely”, todos los ojos permanecen fijos en ella.
En los años transcurridos desde la última vez que actuó aquí, Eilish se ha convertido en un acto pulido en vivo, más punzante y de alguna manera más vulnerable que en el disco. Se ha visto obligada a madurar mucho más allá de su edad, algo que canta en “Getting Older”. Para ello, cuenta con una estrella invitada realmente sorprendente, Damon Albarn de Blur, o como se le conoce en América: Gorillaz’s Damon Albarn. Aparece a mitad de la canción sin avisar para unirse a ella, como para demostrar que Glastonbury no es el único festival en el que puede aparecer cuando menos te lo esperas. Eilish es efusiva en sus elogios, diciendo a los espectadores que el supergrupo de Albarn The Good, The Bad & The Queen había sido su “primera banda favorita” cuando tenía seis años. “Blur cambió el mundo y el puto Gorillaz cambió el mundo, y este hombre es literalmente un genio y ya está”. Como para ilustrar su punto de vista, la pareja se une al rapero De La Soul Posdnuos para una exuberante versión de “Feel Good Inc” de Gorillaz.
Su hermano y colaborador habitual, Finneas, también se une a ella para dos números conmovedores, “Your Power” y “i love you”. Pero el mayor espectáculo de la noche llega con su contagioso single “ocean eyes”. De pie en una plataforma elevada por una grúa, Eilish es iluminada por las luces de los teléfonos que se encuentran debajo, un momento de pura trascendencia.
Eilish puede añadir ahora “cabeza de cartel de Coachella” a su asombroso currículum, que ya incluye siete Grammys y su reciente victoria en los Oscar por el tema de Bond “No Time To Die” (que no aparece durante su actuación, para disgusto de algunos). Pronto añadirá también “cabeza de cartel de Glastonbury”. No es difícil imaginarse a Eilish mirando al inmenso público que tiene delante y llorando, como Alejandro, al ver que no tiene más mundos que conquistar. En cambio, se mantiene humilde. Sus últimas palabras del espectáculo son: “Siento no ser Beyoncé”. Mientras las masas de fans que la adoran se adentran en la noche, nadie más parece estarlo. Están más felices que nunca.
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