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Fas palabras garabateadas de lado en una página por lo demás vacía anunciaban lo que se convertiría en el más publicitado de los descubrimientos arqueológicos. “Primeros pasos de la tumba encontrados”, escribió Howard Carter en su diario el 4 de noviembre de 1922, a los cuatro días de una excavación en el Valle de los Reyes de Egipto, donde había estado trabajando durante los cinco años anteriores con el apoyo financiero del arqueólogo aficionado Lord Carnarvon.
Durante los meses y años siguientes, los hallazgos de la tumba de Tutankamón causaron un importante revuelo mundial. Inusualmente, la riqueza de los bienes que acompañaban al joven gobernante en su viaje al más allá no había sido perturbada por los ladrones de tumbas, debido a la construcción fortuita de las cabañas de los trabajadores de la necrópolis sobre la entrada del sitio durante una dinastía posterior.
Así, el único enterramiento real más o menos intacto que se ha descubierto en el Antiguo Egipto, ha entregado sus tesoros: un ataúd de oro macizo, abundantes joyas, carros reales, shabti de loza, una panoplia de estatuas divinas y mucho más.
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