Ciencia

Esperanzas y temores para el futuro de la biomedicina

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Aos avances en biomedicina han mejorado enormemente la asistencia sanitaria en todo el mundo, incluidos los países más pobres. Y han prolongado la vida; en los últimos 25 años, el ser humano medio ha ganado siete años de esperanza de vida. La ganancia va más allá de mantenerse con vida: el número de años de salud que podemos esperar disfrutar también ha aumentado. En la pandemia de Covid-19, la ciencia ha sido nuestra salvación: las vacunas se desarrollaron con una rapidez sin precedentes y recordemos que después de 40 años aún no tenemos una eficaz contra el VIH. Los beneficios futuros para la humanidad podrían ser aún mayores.

Al mismo tiempo, este progreso crea vulnerabilidades y dilemas éticos. Lo más evidente es que los beneficios siguen estando repartidos de forma desigual, tanto dentro de los países como, aún más, entre las naciones más ricas y las más pobres. Reducir estas desigualdades es sin duda un imperativo. Pero, lamentablemente, la tendencia va ahora en la dirección equivocada: se presta demasiada atención a las “enfermedades de los ricos” en lugar de a las enfermedades infecciosas.

A lo largo de la historia de la medicina, las innovaciones que parecen ir en contra de la naturaleza, como la vacunación, las transfusiones, la inseminación artificial, los trasplantes de órganos y la fecundación in vitro, han provocado rechazo. El hecho de que hoy en día sean intachables es un recordatorio de que los remilgos ante lo nuevo no son una guía fiable de lo que se considera éticamente defendible. Otras técnicas más recientes que siguen siendo controvertidas son la investigación con células madre y los trasplantes mitocondriales (los llamados bebés de tres padres).  El abismo entre lo que la ciencia médica puede permitirnos hacer, y lo que es prudente o ético hacer realmente, se desplazará, se ampliará y, en muchos casos, será difícil de afrontar.

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